Desde siempre me fascino la luna llena, cuando la miraba y el viento soplaba a mi alrededor me sentía vivo. Sentía como una parte de mi quería salir, huir de mi, cosa que ahora me parece incluso graciosa. Permitid que os cuente como encontré la felicidad y el precio que pague.
Esto paso hace algunos años pero recuerdo esos cuatro días como si fuera ayer, recuerdo que la luna se hallaba en creciente cuando conocí a mi vecina. Se llamaba Lorena, mediría metro setenta y tenia una preciosa melena morena que le cubría los hombros, enmarcada con destellos plateados de canas que no pegaban con la edad que podríamos deducir de su rostro. Aunque de formas no excesivamente agraciadas había algo en ella que irradiaba un aura de belleza y atracción. Pero su voz era fría y cruel como el sonido del hielo al partirse bajo tus pies, rompiendo el hechizo que ejercían sus brillantes ojos marrones. Unos ojos que daban escalofríos, que nunca sabias definir si eran marrones, pues cuanto mas cerca o ella más nerviosa estaba se tornaban amarillos. Su actitud hacia la gente era cruel y desagradable, siempre marcando su territorio como si de un perro se tratase.
Recuerdo que en una ocasión me cogió desprevenido; me hago viejo… jeje, cada vez me cuesta mas reaccionar. Me grito exigiendo que dejara de mirarla como un pervertido. Al principio asustado baje la mirada como un niño sorprendido por su madre haciendo algo que no debía, me sentía realmente atemorizado. Ella se reafirmo y continuo acosándome; y yo como contrapartida retrocediendo asustado y avergonzado. Parecía como si oliera mi miedo y ella pudiera olerlo... era escalofriante, lo peor era que ella lo sabía y se veía en su sonrisa. Cuando toque con la espalda la pared por fin, aunque torpemente torpemente recobre el juicio. “En el nombre de Dios quien se cree esa mujer, yo no soy un crio ni un perro al que asustar o recriminar. ¡No hecho nada malo!”-pensé. Dicho esto apreté los puños, levante la cabeza y con una sonrisa socarrona mostrando los dientes dije-¡No soy un perro al que puedas intimidar!- Si te he ofendido pues lo siento-(con un marcado sarcasmo en mi voz)-, pero tu no eres nadie para darme ordenes.- tome aire y continúe-Hemos soportado demasiado, solo llevas tres días y… joder si hasta el cartero te rehúyen. Sorprendentemente ella comenzó ha retroceder, en sus ojos se veía desconcierto, su mueca triunfante se desvaneció y dirigió la mirada al suelo. Yo viendo la victoria cerca, por vaya chorrada me vanagloriaba entonces; que joven era, que inconsciente era y… soy. Cuando me dispuse a rematar la faena entre las miradas de cinismo y burla que le dirigían los vecinos curiosos, atraídos por los gritos. Entonces me miro fijamente a los ojos, aquello me desconcertó ahogando mi voz en la garganta. Ladeo la cabeza y con una sonrisa lupina me dijo “Te invito al cine esta noche”, yo totalmente desconcertado y con cara de idiota solo pude asentir. Y ella con una felicidad e inocencia nunca vistas se fue por la escalera dando saltitos. Y yo me que de ahí clavado, mirando las paredes llenas de manchas del pasillo; pasmado y desconcertado mientras los vecinos volvían a sus hogares murmurando cosas. Cuanto tardaría en recobrar el control sobre mi, no sabía que había pasado…
Esa misma noche llamo a mi puerta, y allí estaba ella, vestía… que diablos, no lo recuerdo. Pero si recuerdo su rostro, en el no se veía nada mas que una ternura e inocencia que resultaba una burla; habida cuenta de las otros recuerdos que había dejado. Era la viva imagen de belleza, una belleza sencilla, sin maquillaje, tranquila y radiante como la nieve. Recuerdo que cuando salimos al ver la luna, una preciosa luna de enero, todavía le faltaban dos o tres días para llegar a su cenit pero preciosa sin duda dijo – “Ahhh... Luna llena, cuantos recuerdos, cuantas historias y cuanta belleza. Señora de la noche, dama del silencio, diosa de pueblos... origen de terrores y mitos; tejedora de sombras y guía en la noche.” Me resulto desconcertante pero compartía ese sentimiento, la luna siempre tuvo algo de fascinante, así que simplemente sonreí. Fuimos a un multicine y comimos palomitas mientras vimos una película de drama/acción sobre el tráfico de armas, “El Señor de la Guerra” creo recordar. Allí nos reímos con fuerza, mostraba la cruda realidad y muerte por doquier… pero ambos encontramos algo irremediablemente divertido en las caras de desaprobación de nuestros compañeros de butacas. “Que hipócritas” cuchicheábamos, “Venga ya si les importa esa gente menos que las ratas” susurrábamos … entre otros comentarios socarrones. Como la peli no tenía un argumento que necesitara excesiva atención desviamos la conversación a nosotros. Así pude saber que era canadiense de padres irlandeses, pero no me dijo ni su apellido ni quiso hablar de sus padres. Lo que si me conto era que estaba realizando el doctorado en zoología aquí, amen de otras cosas que no le interesan a nadie, principalmente por su intrascendencia. Después fuimos a cenar por ahí para acabar volviendo hablando sobre chorradas de vuelta al hogar. Contra mas hablaba con ella mayor era la sensación de extrañeza que me embargaba, no parecía la misma zorra de corazón gélido que sufríamos hace tan solo unas horas el vecindario. Desgraciadamente solo fue una ilusión, en cuanto cruzamos el umbral del pasillo y vio que una vecina nos observaba Lorena se puso histérica; gritándole toda clase de improperios con sus amarillos ojos brillando. Fue en ese momento cuando me fije en su similitud con los lobos. Sus ojos parecían amarillos con la luz, el rostro estaba contraído por la rabia mostrando unos dientes afilados y en apariencia largos (debido a la que las encías estaban contraídas) y el pelo lo tenía encrespado con mechones que le ocultaban parte de la cara. Solo cuando desapareció de la vista ella recupero la compostura. Ahora solo emitía un ligero gruñido mientras tensaba y destensaba los dedos de la mano a forma de zarpa. No sabría decir si era una imagen que me fascinaba o me asustaba, pero le daba un aspecto único. Mas calmada se despidió de mí afectuosamente y entrando en su casa decía adiós moviendo la mano con rapidez.