Recuerdo cuando era pequeño como esperaba expectante la llegada de la luna llena y como la contemplaba embelesado durante horas. Siempre esperando siempre paciente a que la chica de la luna le saludara. Creció escuchando las historias sobre una bella princesa de largo cabello gris como la ceniza que se opuso a su padre porque no quería aceptar el destino que este decidió para ella. El como castigo la desterró a la luna condenándola a anotar y hacer cumplir el destino de todas las parejas del mundo atando con hilos de color rojo, hilados con su propia sangre, sus corazones. Y por toda la eternidad se vio obligada a forzar el destino de todos los hombres y mujeres siendo ella misma incapaz de atar su destino al de otro. Los años, se tornaron décadas y las décadas siglos y no se sabe si por malicia o aburrimiento comenzó a unir personas cuyos destinos estaban abocados al sufrimiento. Le causaba gran placer unir personas que estaban destinadas a hacerse daño mutuamente no por el hecho de hacerlas sufrir sino por el hecho de desobedecer la voluntad de su padre. Y cada noche de luna llena se asomó al jardín y encendió velas con la esperanza de que me viera y supiera que no estaba sola. Le daba mucha pena y cada noche soñaba con conocerla e invitarla a hablar y jugar a las cartas. Quizás su deseo de conocerla surgiera del hecho de que sus padres también habían decidido su destino desde el nacimiento, donde ir, que leer, a que jugar, con quien hablar, sus sueños eran lo único que escapaban de su control. Y cada vez que miraba la luna solo podía soñar con la esperanza de que la chica de la luna y el mismo lograran algún día escapar de su destino y ser ellos quienes hilaran el hilo de su propio destino. Pero los meses se tornaron años y el perdió la esperanza de lograr ser libre, un día en el baño mientras sostenía la cuchilla de afeitar decidió que el también hilaría su destino. Sabía que era una cobardía sin límite lo que se proponía pero necesitaba, ¡no! Debía de hacerlo, si sus sueños eran lo único que podía controlar soñaría para siempre en soledad. Al cabo de unas horas sus padres encontraron su cuerpo inerte en el suelo manchado de rojo, con una extraña mueca de arrepentimiento. Lo más curioso fue un extraño hilo de color rojo que salía del corte de su muñeca izquierda. Desde entonces la luna parece más triste y el viento trae un lejano lamento de una mujer. El lamento de alguien que llora por alguien que no tuvo fuerzas para esperarla, el lamento de alguien que se negó a aceptar su destino y que ahora debe de esperar al fin de los días sola.
El destino es algo muy extraño para mí. Elegimos nuestra suerte con nuestras decisiones o alguien ya la decidió por nosotros. Debo desesperarme y usar la salida fácil dejándome llevar por la situación o perseverar y luchar por ver cómo cambiar lo que me aguarda al final. No entiendo ni de karma ni destino. ¿Qué carajos significa? ¿No somos acaso libres? Me temo que solo somos libres de jugar lo mejor posibles las cartas que nos han tocado, y sinceramente no siempre es suficiente, y para mucha gente ni siquiera justo.