Una carta… una carta concisa, mordaz y enervante, en ella no se disculpaba, bueno si pero a su manera. Sentía haber sido ligeramente descortés pero que era culpa mía. Resulta que yo era el culpable por no haber estado en casa antes de las 8, es culpa mía por estar cansado y sin ganas de ir y por golpearle de semejante modo.
La tire la suelo y la remate de un pisotón y fui a su casa con los puños apretados y con la bilis saliéndome por la boca. Había tenido un día de pena, sentía una ira sin antecedentes y una sed de sangre, que para que negarlo quería ver su sangre correr por mis manos. Al principio se hizo de rogar pero al final abrió y yo esperándome otro ataque de ira o una risa sarcástica. Se me abalanzo, pero lo que me encontré me desarmo. Por un momento temí que se repitiera la escena de anoche pero solamente me abrazo con tanta ternura que solo pude responder de igual modo. Luego me agarro del brazo y me metió de un estirón en el piso y tras cercionarse de que nadie miraba cerro. Se giro sobre si misma con una sonrisa me invito a sentarme en el sofá yo arrastrado por un torrente de sensaciones me deje llevar. Allí con mas tranquilidad comenzó a hablar y se excuso de su comportamiento poco adecuado, -“psicótico mas bien diría yo”- pensé pero me lo calle por la sinceridad y arrepentimiento que mostraba. Aunque me recriminaba el no haber querido ir con ella y el empujón que le di. Me avergoncé un poco por mis ganas de venir a buscar bronca, realmente estaba arrepentida y dolida los dos nos comportamos como un lunáticos. Comenzamos a charlar mientras ella de tanto en tanto iba a la cocina a atender la cena. Viendo que estaba animada le pregunte porque me invito al cine el otro día. Me respondió con una media sonrisa sin apartar la vista de la copa que sostenía que era la primera persona que le plantaba cara y enseñaba los colmillos sin temor, hizo bastante hincapié en ese hecho, y que como le resultaba “bastante agradable a la vista” se decidió a invitarme. Levanto la vista y me miro a los ojos con una franca sonrisa, quizás la mas sincera que le había visto nunca. Viendo su buen humor continúe mi pequeño interrogatorio, concretamente sobre el porque de su actitud desagradable hacia los vecinos y por que de su obsesión de vigilar de que nadie la observe. Su sonrisa desapareció de golpe y dio lugar a una expresión sombría. Me conto el porque y sinceramente siendo egoístas me arrepiento de haber preguntado. Aunque compartir esa carga le supuso un gran dolor al rememorar esos… “hechos” por decirlo así, para mi alma es una carga que no puedo compartir con nadie, ni ayudarle ha consolar. Bien sabe dios que jamás traicionare su confidencia, así que solo les diré que comprendo su actitud y que ustedes se deberán conformar con especular al respecto. A continuación, dios gracias, la conversación se fue por otras derroteros más agradables y la sonrisa retorno. Quedamos en volver a las diez y me dirigí a mi puerta para cenar ambos en paz, es curioso pero me costaba recordar el por que de mi recelo hacia ella, incluso había olvidado la herida de mi mano. Fue entonces absorto en mis pensamientos cuando repare en los arañazos de la puerta, estaba cubierta de arañazos y sangre…. recordaba algo pero pensé que fue un sueño fruto del cansancio. Me fije mas detenidamente y pensé que eran obra del acceso de locura de Lorena, pero no podía ser. Unos arañazos tan profundos por fuerza deberían haberle destrozado las uñas, pero sus uñas estaban intactas y no había rastro de heridas en sus dedos. Además eran demasiado juntos, eran mas bien como de un perro, serian los del perro de algún vecino que olio la sangre de mi herida y araño impelido por algún instinto ancestral. -“¡La sangre!, todavía no la he limpiado”-dicho y hecho, tras limpiarla hice un revuelto de huevos a modo de cena… no tenia mucha hambre pero al ver la cena me dio nauseas y la tire a la basura. Me tuve que contentar con un vaso de leche y unas galletas. Me adecente y fui a casa de Lorena...
Ella me abrió e invito a pasar y allí nos dispusimos a ver una peli. Mientras yo hacia las palomitas ella fue a por una manta gruesa y suave. Nos acurrucamos en el sofá y nos tapamos con la manta, vimos una peli de hombres lobo “Un hombre lobo americano en Londres” todo un clásico del genero. Nos lanzábamos miradas furtivas, cuando nuestras manos se cruzaban al coger las palomitas las retirábamos torpemente como un par de colegiales… que pareja ineptos emocionales parecíamos. Poco a poco nos acercábamos al otro entre sonrisas de complicidad y a media película se recostó sobre mi y yo la rodee con el brazo. Nos quedamos mirando a los ojos fijamente durante unos segundos que parecieron bellamente eternos hasta que un grito de una victima del lobo nos saco de nuestro ensimismamiento, nos reímos mucho del suceso. Acabo la peli y seguimos acurrucados como si esperáramos que empezara de nuevo la película para que ese momento nunca acabara, pero el momento ya había acabado. Nos miramos en la penumbra de la estática de la televisión y nos besamos. Fue algo torpe y embarazoso, no acertamos a encontrarnos los labios; yo le bese en la nariz, luego ella en el ojo… soltamos una risa nerviosa, temerosos de que el otro se ofendiera o se aburriera. Hechos un manojo de nervios al final nuestros labios se encontraron en un beso tierno e inocente, pero cargado de un amor y una pasión que derritió nuestros corazones, sentí que algo dentro de mi se rompía y volvía a sonar libre. Fue algo breve pero intenso, nos costo separarnos del abrazo pero Lorena tomo la iniciativa como si de repente le repugnara. Se disculpo torpemente y me suplico con ojos llorosos que me marchara en el acto de su casa. Me despedí cortésmente y marche a casa con una mezcla de anhelo y alivio por estar lejos. Que diablos esta pasando con mi cabeza, no tiene lógica nada de lo que estoy haciendo y sin embargo parece lo correcto.
Pero por primera vez en mucho tiempo tuve un sueño placido, al fin lo había encontrado aunque no sabia entonces el que; pero una larga búsqueda, un anhelo interior por fin había concluido. Buenas noches. Sin que nosotros los supiéramos la luna siguió inalterable su curso en la bóveda celeste sabedora de lo que estaba por venir. Maldita sea ella y su influencia, por ella recorrí medio mundo por ella deje atrás mi mundo y salte al vacio.